Novela política-profético-onírica
ambientada en la próxima guerra
que se desarrollará en la Argentina
luego de ser invadida
por las tropas de las Naciones Unidas.
Escrita por José Luis Núñez.

12: Un galpón de Lomas de Zamora

Instalado en una cabaña de los alrededores de Trevelín, Salvador Nielsen (h.) continuaba reponiéndose de sus fracturas.
Había vuelto a trabajar en su nota y con el resultado de las extensas conversaciones mantenidas durante su forzado descanso, enriqueció el material que celosamente guardaba en su computadora, la que felizmente había resultado intacta cuando la explosión de una mina terrestre casi lo manda al otro mundo.
La captura por parte de la resistencia del comandante del contingente israelí, coronel Rosenson, era una rotunda y muy sabrosa frutilla que coronaría el trabajo periodístico que le había encomendado el multimedio francés.
Releyó su obra y preparó las copias de seguridad. Gabriel y Martina habían recibido una cada uno para que la entregaran a un colaborador en Buenos Aires.
Dos días después las primeras planas de los principales diarios del mundo dedicaban generoso espacio con importante tipografía a la noticia de la captura del coronel israelí, cuya fotografía había sido proporcionada por la “oficina de prensa” de la Resistencia Americana, denominación que comenzaba a ser utilizada por la prensa mundial para referirse a los irregulares que accionaban en el sur del territorio argentino.
La imagen estaba presidida por dos amplios pabellones desplegados de fondo; la bandera argentina azul y blanca con el sol incaico en el centro de su campo medio y una nueva, desconocida hasta el momento, que sobre un fondo azul turquí destacaba un amplio círculo blanco en el que destellaba una Cruz del Sur colorada.
Rosenson aparecía con semblante abatido, portando los vendajes que cubrían sus heridas del hombro y pierna derechos.
En su pecho colgaba un prolijo cartelito que en castellano e inglés decía “Itzjak Rosenson, coronel. Criminal de Guerra”.
Un comunicado de la “oficina de prensa” anunciaba que el prisionero a quien se le imputaban gravísimos cargos, sería sometido a juicio sumario por las fuerzas que lo habían capturado.
Además agregaba fotografías tomadas en el lugar del combate mostrando los cuerpos de los caídos, algunos de los cuales estaban calcinados, lo que sumaba dramatismo a la noticia.
El recientemente elegido Secretario General de la O.N.U., el indio Brahmma Putra consideró desproporcionada la cobertura periodística mundial a lo que consideró un incidente menor dentro de un teatro de operaciones amplio y complejo.
Educado en la Escuela de Relaciones Internacionales de Oxford y conspicuo miembro del Council of Foreign Relations había adquirido esa actitud –la flema- que tanto ponderan los británicos en los perdedores de las partidas de póker.
No pensaba de la misma manera el “lobby” judío que – contrariamente a lo que había dispuesto el gobierno israelí- consideraba un grave desacierto el envío de un cuerpo expedicionario de esa nacionalidad al pedido de la O.N.U.
La influencia de éste grupo se hizo sentir en los medios de prensa, que comenzaron a insinuar que la decisión del organismo internacional había sido precipitada e inconsulta.
Lógicamente estos pareceres eran atribuidos por los medios de prensa a “portavoces de influyentes sectores” o a “importantes especialistas” que nunca identificaban, pero que contribuían a sembrar dudas en la opinión pública mundial.
Por otra parte, en las ciudades suramericanas más importantes habían aparecido más o menos espontáneos “Comités de solidaridad continental”, esta vez enfilados a proporcionar ayuda a los argentinos agredidos y se habían desarrollado tumultuosas manifestaciones de apoyo que generalmente terminaban con una pedrea a las embajadas inglesas, israelíes y chinas y la consiguiente represión de las policías locales.
También resultaba atacada la sede diplomática norteamericana pese a que tal país se había mantenido formalmente al margen del conflicto militar, aunque su representante había votado afirmativamente cuando se debatió la intervención militar de la O.N.U.
A medida que a través de la “Oficina de Prensa” de la Resistencia Americana se conocía el arrojo y valentía de los combatientes argentinos – a los que se habían sumado varios grupos de otros países hispanoamericanos- mayores demostraciones de simpatía popular para con la causa continental se exteriorizaban en todo el continente, pese a la anodina actitud de la mayor parte de los gobiernos de la región.
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Ya en Salta, Gabriel Núñez retomó sus actividades de relevamiento faunístico, internándose en los cerros al norte de Cafayate, con su mochila, cámara y computadora.
Sin embargo pocas horas después, a bordo de un camión que transportaba pimientos morrones de producción local hacia Buenos Aires, cuyo conductor había sido previamente alertado, viajaba como acompañante para reincorporarse a la resistencia.
El día siguiente, sábado, abandonó el vehículo cuando este atravesaba Garín, tratando de llegar al centro de las operaciones por medio de transportes colectivos suburbanos.
Estaba “quemado” por la exposición pública a la que fue expuesto a raíz del grave incidente que protagonizó en la precordillera, obligándolo a redoblar las medidas de seguridad en todo cuanto hiciera.
Una cosa era que hubiera podido justificar las heridas frente a una autoridad policial apocada, y otra muy distinta era que pudiera engañar a quienes habían tratado de eliminarlo físicamente.
Por ello no se dirigió a ninguno de los puntos de contacto que usualmente se abrían cuando alguien conocía la contraseña correspondiente. Decidió que iría al domicilio de Raúl quien vivía en la zona norte del gran buenos aires.
Mientras tanto se alojó en una pensión barata del barrio de Mataderos donde años atrás hacían noche los transportistas de ganado que llevaban reses hasta el ya desaparecido Mercado de Liniers cuando alguna circunstancia del camino les impedía el inmediato retorno a su pueblo de origen.
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La idea le había surgido meses atrás, cuando la invasión multinacional a la Patagonia sorprendió a la mayoría de los argentinos.
Desde entonces le dada vueltas y más vueltas en la cabeza y si bien había decidido que hacer, no encontraba la forma de materializar su decisión.
Si bien sabía que su padre, fallecido hacía más de una década atrás, había desarrollado una muy intensa actividad política que lo había llevado, en su juventud, a sufrir largos años de prisión, él mismo nunca se había sentido inclinado a imitarlo.
Estanislao Araujo siempre se había dedicado por entero a su familia y a su profesión.
Cuando siendo soltero llegaba al domicilio paterno y encontraba una de las tantas reuniones políticas que allí se realizaban, simplemente la esquivaba.
Ahora intentaba ubicar a alguno de los viejos amigos de su padre que –suponía- podrían ayudarlo a concretar su decisión.
La indignación que le colmó el ánimo cuando el país fue invadido, lo había sacado de su indiferencia hacia todo aquello que excediera su vida personal y familiar.
Era el único conocedor de la existencia de algunos elementos que –creía- podían ser utilizados por los que resistían al invasor.
La única persona a la que había confiado sus intenciones era a Mercedes, su esposa quien contrariamente a lo que esperaba, lo había apoyado cariñosa y fervorosamente.
Esa noche mientras tomaban un café en la confitería de Boyacá y Rivadavia en la que habitualmente terminaban su despreocupada “vuelta del perro”, al distinguir un rostro con el que lo había familiarizado la imagen reiteradamente repetida por los noticieros de la televisión y por los diarios, los latidos de su corazón se aceleraron bruscamente.
Sin ningún tipo de disimulo se esforzó por confirmar dentro de su memoria, si el rostro que recordaba era el que tenía frente a él, mesa por medio.
La fijeza de su mirada y los cuchicheos con su esposa, llamaron la atención del sujeto observado.
Fue esta situación la que llevó a Gabriel – cuando su hipersensibilizado sistema de autoprotección generó una “alerta roja” al advertirse identificado por extraños- a abandonar el lugar y comenzar a caminar hacía Caballito.
Tan ofuscado estaba mientras caminaba que no advirtió cuando, pocas calles más adelante, la pareja que generó su alarma lo sobrepasó en un pequeño vehículo particular que se detuvo junto al cordón de la vereda por la que él mismo caminaba antes del siguiente cruce de calles.
Cuando escuchó que desde un automóvil lo llamaban por su nombre quedó paralizado por un instante.
Si lo estaban esperando para completar la tarea de eliminación física que el azar impidió anteriormente, estaba perdido. Si así no era no podía ignorar el llamado, ya que si lo nombraban era porque lo conocían.
Decidió acercarse al rodado que estaba detenido a pocos metros de donde se encontraba, tanteando el arma que llevaba en el bolso que colgaba en bandolera de su hombro.
El desconocido que lo llamó descendió del auto y tendiéndole su mano derecha le dijo – Gabriel, sé quien sos, conocí a tu padre. Te reconocí por las fotografías tuyas publicadas en los diarios y en la televisión cuando te balearon en el sur. Estás entre gente amiga-.
Sin abandonar la precaución, Gabriel prestó atención al hombre que le hablaba y dijo llamarse Estanislao mientras le presentaba a su mujer, Mercedes. Inmediatamente le dio todo tipo de datos corroborables por su memoria familiar tratando de ganarse su confianza.
Mientras escuchaba Gabriel pensó – Perdido por perdido, veré donde termina esto- y le siguió la conversación, pero sin aventurar ni una coma sobre su principal actividad.
Por el contrario quienes se expresaban abiertamente y sin atisbo de precaución, eran sus ocasionales contertulios por lo que no le costó ningún esfuerzo deducir que ambos daban por sentado que él, Gabriel Núñez, formaba parte de la resistencia.
Sin dejar de caminar bordeando Rivadavia, Estanislao le confió – Nuestros viejos eran muy amigos. Recuerdo cuando el tuyo visitaba mi casa paterna, principalmente cuando mi papá, Wenceslao, enfermó. El tuyo lo acompañó hasta el último día, cuando mi viejo murió hace más de diez años.-
Después de una hora larga de conversación que les permitió superar el hielo inicial, Mercedes le confió – Tenemos algo que estamos seguros te va a interesar mucho, pero eso tenés que verlo vos personalmente, y ahora no es posible. Pero si nos encontramos mañana, podrás sacar tus propias conclusiones.-
-Porque no se si estás enterado que una de las cosas más importantes que hizo mi suegro en 1982, durante la guerra contra Inglaterra, fue organizar la ayuda que desinteresadamente prestó el que ya entonces era conductor de la Revolución Libia, el coronel Khadaffy, con quien mantenía amistad y relaciones comerciales-
Se despidieron habiendo acordado encontrarse el la plaza Pueyrredón al día siguiente. Gabriel pensaba – Total, estoy quemado y jugado. Lo peor que pase, no va ir más allá de mi y en una de esas, de tanto misterio sale algo por lo que valga la pena correr el riesgo.-
No obstante, al volver a su pensión luego de dar innumerables vueltas para comprobar que no era seguido, escribió una esquela resumiendo el encuentro y anticipando la cita del día siguiente.
Cuando el domingo se encaminó para Flores, con unas monedas pagó el franqueo en una de las máquinas automáticas que estaban instaladas cerca de las estaciones de tren, y depositó en el buzón la carta dirigida a Raúl.
Al llegar puntualmente al punto acordado verificó con satisfacción que ambos llegaban al mismo tiempo. Abordando el auto conducido por Estanislao y acompañado por su mujer, se encaminaron por Rivadavia hacía el bajo.
El conductor se mostraba tan locuaz como en la víspera. Apenas comenzado el viaje le anticipó – Vamos hasta un galpón en Lomas de Zamora, que es de mi familia desde hace muchísimos años, en el cual solían estacionar mercadería que llegaba del exterior, para después distribuirla en las provincias. Pero no se usa desde hace bastante tiempo, porque quedó a trasmano de las autopistas, y no es conveniente seguir usándolo para almacenaje-
-Pero yendo al tema. Cuando la guerra de 1982 cerró todas las puertas comerciales en las que La Argentina adquiría armas y repuestos, únicamente continuaron abasteciéndonos Israel, que proveía partes de los aviones cazabombarderos Dagger que había vendido a nuestro país y por otra parte Libia, que lo hizo gratuitamente, enviando varios aviones de Aerolíneas que fueron acondicionados como cargueros, repletos de misiles de infantería, aire-aire y lo que vas a ver ahora-
-La carga de los primeros vuelos fue remitida de inmediato a las islas. Pero el último llegó al país prácticamente cuando todo estaba prácticamente concluido, así que su carga quedó en el continente-
-El desorden que ocurrió cuando después de la rendición en las islas las fuerzas armadas expulsaron a Galtieri de la presidencia, permitió que mi viejo evitara la entrega de esa bodega y con la ayuda de algunos amigos, oficiales de la fuerza aérea, se generó en los papeles, un vuelo hasta Malvinas que nunca existió, y la carga de ese último Boeing se contabilizó como caída en poder de Gran Bretaña y luego perdida en un gran incendio que ocurrió en Puerto Argentino dos o tres días después del fin de la guerra. -
-Y desde entonces su contenido está bajo custodia de mi familia, en el galpón al que estamos llegando-.
Mientras hablaba Estanislao llegaron por la avenida De la Federación (antes Rivadavia) hasta la Gral. Paz y después de cruzar el Riachuelo por el viejo puente La Noria buscaron la arteria que los llevó hasta las Lomas de Zamora donde se detuvieron ante un importante galpón que distaba a un par de cuadras de la avenida principal, en una zona predominantemente industrial.
A esta altura, la ansiedad se había apoderado de Gabriel, quien mantenía, no obstante, una actitud parca, ya que toda prudencia había sido abandonada.
Al llegar, fueron recibidos por el cuidador del depósito y de su contenido, el ingeniero Luis Sívori, quien había velado largos años por el buen estado del material que le había sido confiado.
En el interior del depósito advirtió que reinaba el orden y la limpieza, destacándose las moles de dos contenedores de los usualmente utilizados para el transporte de ultramar.
Acercándose a los mismos, Estanislao quitó los candados que impedían la apertura de las puertas de uno de los grandes receptáculos, y su contenido quedó a la vista. Un impresionante sistema de armas dormía desde décadas atrás en un solitario galpón del sur del conurbano bonaerense.
La inconfundible visión de un lanzador del misil Exocet MM38 similar al utilizado en las postrimerías de la guerra de 1982 para atacar desde tierra a los buques ingleses causándole grandes daños y numerosas bajas, dejó a Gabriel sin aliento.
Sin que pudiera recuperarse de la sorpresa, se enteró que el contenedor gemelo tenía idéntica carga.
-Esta es mi contribución para la Resistencia- dijo Estanislao.
El corazón de Gabriel palpitaba de modo que temió que su pecho estallara a cada momento.*

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