Novela política-profético-onírica
ambientada en la próxima guerra
que se desarrollará en la Argentina
luego de ser invadida
por las tropas de las Naciones Unidas.
Escrita por José Luis Núñez.

Epílogo

Tras leer los borradores que sometí a su opinión, uno de mis hijos me reclamó airadamente que diera una conclusión al combate que preanunciaba el final de la crónica. Lógico requerimiento de una impaciencia juvenil.
Me requería una tarea imposible. En primer lugar, porque tal como dice el conocido verso “…toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”, resulta imposible dar continuidad onírica a un producto de mi psique recurriendo al propio voluntarismo.
El sueño que – en forma de crónicas- antecede a este epílogo fue tal y su límite estuvo dado por el despertar.
En segundo lugar, porque, así como está terminado el relato permitirá a cada lector imaginar el final que mejor se acomode a su conformación cultural, a su conocimiento histórico, a su voluntad política, a su capacidad de ensoñación.
Porque los sueños forman parte de las vidas de las personas y del subsuelo cultural de un pueblo. Son los sueños los que a lo largo de la historia, han guiado a las personas y a las sociedades por sus devenires enfrentando el constante desafío que la providencia les ha puesto por delante.
Tras esos sueños algunos han abrazado aventuras que aún hoy día nos aparecen más epopeyas homéricas que andanzas humanas. Otros, renunciándolos, se han sumergido en una mediocridad que los ha maniatado en la edad de piedra.
Me pareció entonces conveniente mantener un final abierto.
Abierto al alma de cada uno de los lectores que hayan compartido estas líneas.
Porque a los argentinos también nos cabe el sayo que arriba expuse.
Y nuestro desafío personal y como comunidad social-nacional tiene la medida de nuestros sueños.
Los que peinamos canas, tuvimos grandes sueños, para nosotros y para toda nuestra Argentina. Tras esos sueños trabajamos, luchamos, sufrimos y fuimos derrotados. Derrotados por un enemigo poderoso y por errores y debilidades propias.
Pero no nos rendimos.
Porque, como dijo alguien, la vida es lucha, y renunciar a la lucha es renunciar a la vida..
FIN DEL PRIMER SUEÑO.

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