Novela política-profético-onírica
ambientada en la próxima guerra
que se desarrollará en la Argentina
luego de ser invadida
por las tropas de las Naciones Unidas.
Escrita por José Luis Núñez.

2: La casa Curtis en Buenos Aires

La “Casa de Curtis”

La brisca es un juego de naipes para el que se usa la baraja española, en el cual se reparten al empezar, tres cartas a cada jugador y se descubre otra que marca el palo del triunfo; después se van tomando cartas del mazo, una a una, hasta que se concluye. Gana el que reúne más puntos.
En el fondo del amplio salón que da a la entrada de la “Casa de Curtis” varias mesas estaban ocupadas por parroquianos que participaban de una animada tenida del juego en la que menudeaban risas y exclamaciones.
Si bien varias parejas estaban formadas por hombre mayores septuagenarios y alguno que otro que había pasado los ochenta, abundaban también las mixtas compuestas por hombres y mujeres a quienes un observador les atribuiría una edad entre treinta y cincuenta años, resultando agradable advertir que las distintas edades no impedían el disfrute común del juego de cartas, máxime en una época el la que la incomunicación intergeneracional era un dato común en la sociedad.
Un solo mozo atendía cachazudamente los pedidos de los presentes, los cuales se limitaban a algún café o té, agua mineral, jugo de naranja, una que otra botella de vino, y a los especiales de cantimpalo y queso fontina en pan francés enmantecado que esperaban bajo la campana de vidrio.
Se notaba inmediatamente la familiariedad del trato entre los jugadores, y de estos con el mozo, como es habitual en ese tipo de pequeñas asociaciones.

El origen de la “Casa de Curtis” debía rastrearse en la honorabilidad de los gallegos del siglo anterior. Algunos de los que se afincaron en Buenos Aires hacia 1920, conservaron el trato con sus paisanos del pueblo de origen, Curtis, pequeña población de la Coruña gallega.
Casi todos eran analfabetos, pues en su aldea no había escuela. Así que, mientras se deslomaban realizando las mas rudas tareas laborales para ganarse el pan y poder traer al resto de sus familias que ansiosamente esperaban del otro lado del Atlántico, concibieron, decidieron y ejecutaron una obra que sus rústicas mentes y sus almas grandes, entendieron como necesaria para sus paisanos.
Cada mes, todos contribuían con unas monedas de sus escasos salarios, y el monto resultante, lo destinaron a un fondo que tenía una concreta finalidad: construir en su pueblo una escuela, para que los niños no se vieran condenados como ellos, a la ignorancia de las letras.
Con el tiempo ese objetivo se alcanzó, y la escuela fue bautizada por las autoridades gallegas, con el nombre de “República Argentina”. Pasaron los años, la guerra española, muchos de los donantes-fundadores murieron, y un día, hacia mediados de los años noventa, los pocos sobrevivientes, las viudas o los hijos de los que ya no estaban recibieron una nota del Consulado gallego, invitándolos a una reunión en su sede.
La prosperidad que comenzó a inundar a España a fines del siglo veinte llevó al gobierno gallego a organizar su sistema educativo en base a grandes escuelas que centralizaban a los educandos de varias aldeas o villas, trasladando a los niños desde sus hogares durante el día a esas pequeñas “ciudades educativas”, para retornarlos por las tardes.
Eso motivó que la escuela de Curtis quedara sin uso. Y los honrados integrantes de su ayuntamiento decidieron vender el edificio construido muchos años atrás con el aporte de sus sacrificados paisanos de América, y devolver a los mismos o a sus herederos, los dineros obtenidos de la venta.
Así fue que el Consulado había rebuscado entre sus archivos, y allí estaban todos, o casi, recibiendo emocionados un legado que nadie esperaba, pero que los llenó de orgullo.
La gran mayoría de los beneficiarios decidió de inmediato dar un destino común a la sorpresiva herencia: adquirir un caserón antiguo y fundar allí una casa que recordara al terruño de sus antepasados. Poco después adquirieron el edificio de la calle Alsina, en el barrio del Once, en el cual se desarrollaba, el viernes 20 de Febrero del 2021, la partida de brisca descripta.


La subcomisión de brisca.

Todos los jugadores habían sido citados el día anterior, personalmente o mediante la lectura, previamente acordada, de un aviso publicado en clave en el sitio de neo-internet que utilizaba la Sociedad de Socorros Mutuos “San Francisco del Ferrol”.
El bullicio y la algarabía habrían impedido a cualquier profano, advertir que allí se estaba desarrollando una reunión convocada con urgencia, por la “mesa chica” que decidía los movimientos tácticos que ejecutaban la fuerzas irregulares de la resistencia nacional en los territorios patagónicos recientemente ocupados por las tropas chinas, inglesas e israelíes que, bajo la bandera la las Naciones Unidas desembarcaron al sur del rio Colorado ocupando principalmente las áreas petroleras explotadas hasta entonces por la empresa estatal china, adueñándose además de extensas zonas ricas en agua dulce.
Esto había ocurrido poco después que el gobierno argentino derogara –quizá imprudentemente- un viejo decreto del ex presidente Carlos Menem, quien en 1989 había cedido la renta petrolera de los yacimientos del país a las empresas privadas que entonces los explotaban, renunciando a una política energética propia.
El mismo acto de gobierno también puso bajo control fiscal varios yacimientos auríferos hasta entonces explotados por empresas extranjeras.
La invasión cuya primer oleada comenzó el 17 de Octubre del 2020, fue –formalmente- la respuesta del organismo internacional a los reclamos realizados por la auto-denominada “Nación Mapuche”, que tenía su sede en 6 Lodge Street, Bristol, Inglaterra, y denunciaba a los cuatro vientos supuestos atropellos y atrocidades cometidas contra sus caciques – su “kume feleal”- por parte del Estado argentino.
Sus voceros encontraron un eco más que favorable en la gran prensa del hemisferio norte, atenta como siempre, en favor de las minorías étnicas, logrando la sensibilización de la opinión pública boreal.

El caso es que –como ya lo habrá inteligido el avisado lector- la “Casa de Curtis” era en ese entonces una fachada que permitía a un importante número de personas, vincularse entre sí en el objetivo político-militar antes indicado, sin despertar demasiadas sospechas entre los “sérpicos” que husmeaban por todas partes; y las numerosas comisiones y subcomisiones de la “Casa” eran en realidad, parte del complejo organigrama del Estado Mayor que coordinaba el accionar de las fuerzas guerrilleras argentinas que, engrosadas por varios contingentes llegados subrepticiamente del resto de Sudamérica desde el pasado mes de Noviembre, menos de un mes de ocurrida la invasión “unesca”, oponían a los hombres de la O.N.U. una fierísima resistencia.
Y la subcomisión de brisca, reunía, por su versatilidad, a la cúspide del mencionado estado mayor, cuyos integrantes se habían visto obligados a aprender el inocente juego de baraja pueblerino.

La mesa más alejada, ubicada casi al final del salón, al filo de la puerta trasera, estaba rodeada de otras tres ocupadas por jugadores más jóvenes, hombres y mujeres que sin dejar de hablar y de atender a sus juegos, no perdían detalle de lo que ocurría en su rededor. Si alguien hubiera intentado levantar las carteras femeninas o las pequeñas mochilas de los hombres, las hubiera encontrado desusadamente pesadas.

En dicha mesa jugaban Raúl, el Indio, Bocha y Edgeo. Los dos primeros habían pertenecido a un ya inexistente movimiento político, que había sido fundado a mediados del siglo anterior por un gran caudillo militar argentino, Juan Perón.
Curiosamente, cuando integraban aquel movimiento, se vieron duramente enfrentados por las sangrientas luchas internas ocurridas en el mismo.
Raúl se había incorporado a Montoneros, y tuvo en dicha organización, una alta responsabilidad militar. El Indio permaneció militando en las fuerzas juveniles que no trepidaron en enfrentar, armas en mano, a las guerrillas que atacaban al gobierno peronista, cuando su Presidente, en un legendario discurso del mes de Enero de 1974, así lo ordenó.
Décadas después, luego de muerto su conductor y desalojados del poder (y casi de la vida) por el golpe cívico-militar de 1976, el entresijo de la política argentina los volvió a reunir en una causa común, hacia fines de la primer década del nuevo siglo.
Habían entendido la antigua enseñanza del ateniense Solón, que tantas veces les explicara el General, cuando les decía que la única conducta imperdonable a un ciudadano si el destino de la Patria estuviera en juego, es que no formara en ninguno de los bandos enfrentados, o lo hiciera en ambos simultáneamente.

El que respondía al apelativo de Bocha tampoco se cocía del primer hervor. Militar de carrera, había sido expulsado del ejército cuando, siendo coronel, se opuso a ciertas prácticas administrativas que contribuían al desfinanciamiento de la fuerza y al enriquecimiento de sus jefes.
De su paso por la institución, se llevó ocho medallas; las cicatrices de otros tantos disparos que recibió cuando un comando Montonero intentó liquidarlo.
Habiendo conservado la antigua relación forjada durante su adolescencia con quienes había compartido la militancia política juvenil antes de ingresar al Colegio de El Palomar, formó parte principal del grupo que en el año 2012 –con más voluntad y arrojo que fuerza- tomó a su cargo la liquidación de la sangrienta anarquía en que habían sumergido a La Argentina las irracionales políticas del matrimonio patagónico que se alternó en el poder desde principios del siglo y sus no menos insensatos sucesores, y el “suceso” que luego veremos.

Por último Edgeo, viejo amigo de los otros tres, había regresado al país pocos años atrás. Se trataba de un acaudalado humanista, especie casi extinta, que había recorrido largamente el mundo, dando conferencias sobre su especialidad (la economía y el medio ambiente) y recogiendo conocimientos de personas y hechos. El aportaba al pequeño bloque una visión global de la situación.

Los recientes informes recibidos sobre los hechos que en la zona de Esquel, involucraban al “bichólogo” Núñez habían precipitado la reunión que dio origen al torneo de brisca, ya que debía designarse a quien reemplazara al herido quien en realidad coordinaba en el terreno la acción de los diferentes grupos que hostigaban a los invasores y encontrar y sellar la fuga de seguridad que casi cuesta la vida del militante comprometiendo además la seguridad de todo el dispositivo.*

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