Novela política-profético-onírica
ambientada en la próxima guerra
que se desarrollará en la Argentina
luego de ser invadida
por las tropas de las Naciones Unidas.
Escrita por José Luis Núñez.

Prólogo II

El amigo José Luis cuenta que en su “sueño” recibió la ayuda de tres musas olímpicas. Y lo ayudaron no solo a “soñar” sino a recordar lo que había soñado. A mi me parece que me van a tener que ayudar las nueve musas canónicas, y no se si también su madre Mnemósine, ¡tan difícil me resulta prologar la obra de un amigo!, precisamente porque es amigo.
Es que si se alaba en demasía la obra, se corre el riesgo de potenciar el ego del amigo, cuando en realidad, si se es amigo, lo que corresponde es ayudarle a repudiar su ego para que tenga la posibilidad al menos de encontrar su Sí mismo que es su propio “rayo de inmortalidad”, como indica el gran mensaje de Cristo..
¿Pero cómo no loar lo que es bueno? Y esta novela suya es muy buena. Tanto que al leerla me da escalofríos. Se preguntarán por qué. Porque se podría cumplir, y ya no ser novela y mucho menos un sueño, sino el vaticinio de una realidad. Y eso siempre y cuando no se esté cumpliendo ya mismo. Para colmo de males, el amigo me ubica a mi mismo como uno de los actores de la trama. ¡Más miedo aún!
Es que, sueño o no, la trama que el amigo José Luis soñó, tiene un raro parecido con la realidad que nos toca vivir, salvo quizás la parte bélica que todavía no se desarrolla. En todo lo demás, bien podría ser una crónica de lo que hoy nos toca vivir diariamente. Y si bien sé que la vieja y esotérica alquimia al único metal que no podía disolver es a la “plata”, tal el origen del nombre de nuestra amada Patria, sin embargo a diario la vemos desangrarse en una sangría que parece no tener fin.
El punto es saber si todos los amigos que participan de ese sueño, a pesar de peinar canas, o incluso lucir lustroso “pelón” como yo, estamos dispuesto ahora mismo a cumplir lo que pareciera ser nuestro exclusivo destino: ¡pelear a como dé lugar por la Grandeza de la República Argentina que heredamos de nuestros mayores!
Y si estamos dispuestos debemos saber que toda conducción política se asienta en tres pilares fundamentales: la Autoridad que siendo realidad política, es esencialmente de naturaleza “espiritual”. Y que si bien es “pública” siempre es “personalísima” de quien sepa construirla. Y por eso no se pueda transferir a otro. El Poder, que es otro de los pilares, siempre es “institucional” y público, pues se ejerce desde una magistratura concreta, sea esta una magistratura política, o privada como son las grandes corporaciones. Y por eso cuando se deja el cargo, se transfiere con él el Poder que lo caracteriza. La prueba es la propia historia del General Perón. Una vez lo echaron del Poder en el 55. Pero nunca le pudieron quitar la Autoridad que supo construir. Autoridad que no ha muerto ni siquiera con la muerte física del General. Al punto que aún hoy, los pérfidos lucran con aquella inmarcesible Autoridad. El tercer pilar es la Libertad de Acción de quien conduce, pues si tiene que subordinar sus decisiones a sus propios subordinados, en realidad no conduce, sino que es conducido. Pues bien, ese es el principio del camino: ¡Construir una nueva Autoridad espiritual, tan inmarcesible e infrangible como aquella que creó Perón, que, seguramente velará desde el más allá por esa nueva Autoridad! ¡Ese es el destino en el que estamos inmersos, nos guste o no!
Y por eso, si el amigo José Luis me ubica en la trama de su sueño, repitiendo la frase “que truene el escarmiento”, ahora mismo declaro que estoy dispuesto a repetirla en la realidad y no ya en el sueño. Es que ha llegado el momento de decirla a viva voz: “¡llegó la hora de hacer tronar de nuevo el escarmiento!”. Salud.

Edmundo Celestino Urbani

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