El amigo José Luis cuenta que en su “sueño” recibió la ayuda de tres musas olímpicas. Y lo ayudaron no solo a “soñar” sino a recordar lo que
había soñado. A mi me parece que me van a tener que ayudar las nueve
musas canónicas, y no se si también su madre Mnemósine, ¡tan difícil
me resulta prologar la obra de un amigo!, precisamente porque es
amigo.
Es que si se alaba en demasía la obra, se corre el riesgo de potenciar
el ego del amigo, cuando en realidad, si se es amigo, lo que
corresponde es ayudarle a repudiar su ego para que tenga la
posibilidad al menos de encontrar su Sí mismo que es su propio “rayo
de inmortalidad”, como indica el gran mensaje de Cristo..
¿Pero cómo no loar lo que es bueno? Y esta novela suya es muy buena.
Tanto que al leerla me da escalofríos. Se preguntarán por qué. Porque
se podría cumplir, y ya no ser novela y mucho menos un sueño, sino el
vaticinio de una realidad. Y eso siempre y cuando no se esté
cumpliendo ya mismo. Para colmo de males, el amigo me ubica a mi mismo
como uno de los actores de la trama. ¡Más miedo aún!
Es que, sueño o no, la trama que el amigo José Luis soñó, tiene un raro
parecido con la realidad que nos toca vivir, salvo quizás la parte
bélica que todavía no se desarrolla. En todo lo demás, bien podría ser
una crónica de lo que hoy nos toca vivir diariamente. Y si bien sé que
la vieja y esotérica alquimia al único metal que no podía disolver es
a la “plata”, tal el origen del nombre de nuestra amada Patria, sin
embargo a diario la vemos desangrarse en una sangría que parece no
tener fin.
El punto es saber si todos los amigos que participan de ese sueño, a
pesar de peinar canas, o incluso lucir lustroso “pelón” como yo,
estamos dispuesto ahora mismo a cumplir lo que pareciera ser nuestro
exclusivo destino: ¡pelear a como dé lugar por la Grandeza de la
República Argentina que heredamos de nuestros mayores!
Y si estamos dispuestos debemos saber que toda conducción política se
asienta en tres pilares fundamentales: la Autoridad que siendo
realidad política, es esencialmente de naturaleza “espiritual”. Y que
si bien es “pública” siempre es “personalísima” de quien sepa
construirla. Y por eso no se pueda transferir a otro. El Poder, que es
otro de los pilares, siempre es “institucional” y público, pues se
ejerce desde una magistratura concreta, sea esta una magistratura
política, o privada como son las grandes corporaciones. Y por eso
cuando se deja el cargo, se transfiere con él el Poder que lo
caracteriza. La prueba es la propia historia del General Perón. Una
vez lo echaron del Poder en el 55. Pero nunca le pudieron quitar la
Autoridad que supo construir. Autoridad que no ha muerto ni siquiera
con la muerte física del General. Al punto que aún hoy, los pérfidos
lucran con aquella inmarcesible Autoridad. El tercer pilar es la
Libertad de Acción de quien conduce, pues si tiene que subordinar sus
decisiones a sus propios subordinados, en realidad no conduce, sino
que es conducido. Pues bien, ese es el principio del camino:
¡Construir una nueva Autoridad espiritual, tan inmarcesible e
infrangible como aquella que creó Perón, que, seguramente velará desde
el más allá por esa nueva Autoridad! ¡Ese es el destino en el que
estamos inmersos, nos guste o no!
Y por eso, si el amigo José Luis me ubica en la trama de su sueño,
repitiendo la frase “que truene el escarmiento”, ahora mismo declaro
que estoy dispuesto a repetirla en la realidad y no ya en el sueño. Es
que ha llegado el momento de decirla a viva voz: “¡llegó la hora de
hacer tronar de nuevo el escarmiento!”. Salud.
Edmundo Celestino Urbani
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